Krystal
Introducción
- Recuerda a esa amiga tuya, la forma tan cruel en que te traicionó. ¡Y sólo era una niña pequeña! Si los niños pueden ser así de malvados, ¿crees que de mayores la cosa cambia?
- No le hagas caso, sabes que también hay gente buena.
- Uy, sí, di una persona.
- Tus padres te quieren, mesías.
- ¡Sus padres! ¿Quieres que te hable de tus padres? Bien. Tu padre está siempre cansado y de mal humor, trabaja mucho y nunca tiene tiempo para ti. Sí, te dirá que lo hace por ti, que todas sus horas de trabajo son por ti…¿Pero cuándo fue la última vez que te hizo un regalo sin motivo? ¿Cuándo fue la última vez que te preguntó si necesitabas algo?
La chica cerró los ojos con fuerza.
- Y tu madre, bueno, menudo caso. ¿Qué edad tenías la última vez que te preguntó cómo estabas? ¿Siete, ocho años? Quizá menos, ¿eh? Trabaja a media jornada, ya podría prestarte algo más de atención…pero no. Se pasa todo el día viendo la televisión, postrada en el sofá, no sólo apartándote de ella descaradamente, sino que encima te deja todas las tareas. Tú cocinas, limpias y cuidas de la casa, ¿y alguien te lo agradece? Claro que no. Ahora, Salvador, di algo más.
- Eres retorcido, Ejecutor.
- Lo sé.
Basta, quiso decir. Me hacéis daño.
Pero no podían parar.
- No le hagas caso, sabes que también hay gente buena.
- Uy, sí, di una persona.
- Tus padres te quieren, mesías.
- ¡Sus padres! ¿Quieres que te hable de tus padres? Bien. Tu padre está siempre cansado y de mal humor, trabaja mucho y nunca tiene tiempo para ti. Sí, te dirá que lo hace por ti, que todas sus horas de trabajo son por ti…¿Pero cuándo fue la última vez que te hizo un regalo sin motivo? ¿Cuándo fue la última vez que te preguntó si necesitabas algo?
La chica cerró los ojos con fuerza.
- Y tu madre, bueno, menudo caso. ¿Qué edad tenías la última vez que te preguntó cómo estabas? ¿Siete, ocho años? Quizá menos, ¿eh? Trabaja a media jornada, ya podría prestarte algo más de atención…pero no. Se pasa todo el día viendo la televisión, postrada en el sofá, no sólo apartándote de ella descaradamente, sino que encima te deja todas las tareas. Tú cocinas, limpias y cuidas de la casa, ¿y alguien te lo agradece? Claro que no. Ahora, Salvador, di algo más.
- Eres retorcido, Ejecutor.
- Lo sé.
Basta, quiso decir. Me hacéis daño.
Pero no podían parar.